El retumbar de miles de jóvenes, adultos y profesionales en ferias de empleo, filas interminables y formularios digitales no es solo ruido: es un grito colectivo.
Se les nota en el rostro la angustia, la incertidumbre, la urgencia. Piden una oportunidad, no por comodidad, sino por necesidad.
La falta de empleo no solo golpea el bolsillo, golpea la dignidad. Ver a personas preparadas, con ganas de aportar, ser ignoradas o subvaloradas, duele como sociedad. Y aunque se abran plazas, muchas veces son insuficientes o inalcanzables por barreras innecesarias.
La necesidad se ha apoderado de miles. No buscan...