29 de noviembre: Antes y ahora
El 29 de noviembre de 1947, el pueblo judío aceptó el Plan de Partición de las Naciones Unidas, eligiendo el camino hacia la independencia a pesar de los profundos sacrificios que ello exigía. Este momento cristalizó la identidad fundamental de Israel como una democracia que busca la paz. Desde sus primeros días, Israel ha traducido de manera constante estos valores en políticas, respondiendo positivamente a cada oportunidad genuina de forjar la paz con sus vecinos árabes, el mundo musulmán en general y socios globales.
En marcado contraste, los árabes palestinos han rechazado repetidamente compromisos e iniciativas de paz: un patrón que se remonta al rechazo del líder árabe Amín al-Husayni a las propuestas de la Comisión Peel de 1937, poco antes de convertirse en un dispuesto difusor de propaganda nazi. Este rechazo continuó con la negativa histórica al Plan de Partición de 1947, la invasión coordinada de Israel por los ejércitos árabes en 1948 y el posterior rechazo de numerosos esfuerzos de paz, incluidas las iniciativas de alto perfil de los años 2000 y 2008.
A lo largo de las décadas, el rechazo antijudío de los árabes palestinos ha adoptado diversas formas ideológicas: nacionalismo temprano, luego colaboración con los nazis, posteriormente panarabismo, comunismo y hoy en día yihadismo. Sin embargo, el tema subyacente ha permanecido constante: la negativa a reconocer el derecho de Israel a existir como un Estado independiente en su tierra ancestral. Esta postura ha priorizado con demasiada frecuencia perjudicar a Israel por encima de promover los intereses del propio pueblo palestino.
Un ejemplo revelador es la creación de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en 1964, en un momento en que Judea y Samaria (la “Cisjordania”) y la Franja de Gaza estaban controladas por Jordania y Egipto, respectivamente. Ningún Estado palestino fue declarado bajo esos gobiernos árabes, y la carta fundacional de la OLP pedía explícitamente la destrucción de Israel.
Décadas después, tras la retirada de Israel de Gaza en 2005, solo pasaron dos años antes de que Hamás se apoderara del territorio. Hamás transformó rápidamente la zona en una base para el terrorismo, desviando recursos hacia la yihad contra Israel en lugar de mejorar el bienestar de la población local.
Mientras tanto, la Autoridad Palestina en Judea y Samaria tampoco ha buscado la paz, continuando la promoción del odio antisemita a través de los planes de estudio, las mezquitas y los medios de comunicación, y manteniendo la política de “pago por matar”, que recompensa el asesinato de israelíes.
A pesar de ello, Israel sigue firme en el cumplimiento de sus principios éticos fundacionales. El espíritu que iluminó el 29 de noviembre de 1947 perdura: Israel se niega a abandonar la esperanza de convivencia y permanece comprometido a construir un futuro mejor, mientras mantiene la fuerza necesaria para defenderse de aquellos que aún buscan su destrucción. Porque si Israel depusiera las armas, su propia existencia se vería amenazada. Pero si las fuerzas del yihadismo entregaran sus armas, tal como exige el plan de paz para Gaza del presidente de Estados Unidos, el camino hacia la convivencia podría abrirse de inmediato.
Esta verdad perdurable continúa definiendo las duras decisiones que enfrenta la región hoy en día.