La piedra que hace sopa
Siempre nos enfrentamos a momentos de crisis, y en esos momentos, a menudo encontramos múltiples dificultades. Este cuento de origen belga nos enseña que, a pesar de las circunstancias adversas, podemos salir adelante utilizando nuestro ingenio y trabajando en conjunto.
La historia comienza con un soldado que, tras regresar de la guerra, llega agotado y hambriento a un pueblo. El frío es intenso, y al acercarse a una de las casas, pide algo para comer. Una anciana le responde: “No tenemos ni para nosotros”. El soldado, sin desanimarse, continúa su camino y prueba suerte en la siguiente casa, donde recibe la misma negativa.
Entonces, el soldado pregunta: “¿Tienen una olla?” “¡Sí, tenemos una gran olla! ¿Tienen agua? También le dicen que sí. Con determinación, el soldado les dice que llenen la olla de agua y la pongan al fuego: Tengo una “piedra que hace sopa”.
Los vecinos, intrigados, se reúnen alrededor del soldado para ver la famosa piedra mágica. La dueña de la casa coloca la olla con agua sobre la fogata. El soldado saca una piedra común de su bolsillo y la arroja a la olla, diciendo: “Ahora, dejemos que hierva”. Los vecinos, ansiosos, se sientan a esperar que el agua hierva, mientras otros curiosos se acercan para comprobar el rumor de que había una piedra que hacía sopa.
“¿Podrían darme una pizca de sal?”, pregunta el soldado. Un vecino corre a su casa y regresa con la sal, que se añade a la olla. El soldado, viendo la oportunidad, comenta: “Si alguien tuviera un par de papas, le vendría bien a esta sopa”. Otro vecino se ofrece a traer algunas de su casa.
Mientras el soldado añade las papas a la olla, cuenta sus experiencias en la guerra. Luego prueba la sopa con una cuchara y dice: “Creo que unas zanahorias le darían un sabor interesante”. Un vecino se acerca con algunas zanahorias que se añaden al caldo.
Mientras el soldado mezcla los ingredientes, sigue compartiendo sus historias. Otros ingredientes llegan de los vecinos, y el soldado asegura que ya falta poco. De repente, un hombre llega con dos perdices que había cazado. “¡Esto sería excelente!”, dice la mujer del cazador. “Las perdices pueden terminar de nutrir el preparado”, añade el soldado.
Finalmente, la sopa está lista. Todos degustan el resultado y la encuentran deliciosa. “¡Qué rica sopa!”, exclaman. “¡Una piedra milagrosa!”, dice el cazador, y el pueblo celebra el logro de la piedra. El soldado, al ver la felicidad en sus rostros, les dice: “Siempre que la usen de la misma forma, obtendrán el mismo resultado”, regalándoles la piedra.
El pueblo, agradecido, despide al soldado con la certeza de que no volverán a pasar hambre. Al entrar en el siguiente pueblo, el soldado encuentra otra “piedra que hace sopa”.
Esta historia nos invita a reflexionar sobre nuestra propia “piedra”. En el mundo real, tendemos a enfocarnos en los aspectos negativos de nuestro entorno, ya sea un gobierno o una empresa. Sin embargo, cada organización, independientemente de su tamaño, cuenta con recursos tangibles e intangibles. La diferencia entre el éxito y el fracaso radica en cómo se utilizan esos recursos.
Las crisis son oportunidades, pero enfrentarlas puede ser incómodo porque nos obliga a salir de nuestra zona de confort y a ser más innovadores. Antes de decidir qué sopa prepararemos, es esencial revisar los “condimentos” de los que disponemos y las necesidades de nuestra sociedad.
Aunque podamos tener la piedra, si en la olla añadimos ingredientes inadecuados, el resultado será una sopa incomible. Hasta ahora, hemos condimentado nuestra olla con corrupción, delincuencia y funcionarios que llegan para servirse, creando así una “sopa” que no podemos aceptar.
Para construir una sociedad justa, debemos estar atentos a las piedras que encontramos y a los ingredientes que elegimos. No debemos optar por la sopa más fácil de preparar. Hemos estado llenos de piedras y sopas mal elaboradas que han mantenido a nuestra sociedad en un estado de descomposición.
La creatividad es fundamental. Debemos ser innovadores. Esto se desarrolla ejercitando nuestro intelecto. Por ejemplo, un publicista pasó frente a una mujer ciega que pedía ayuda con un cartel. Observó que la taza de la mujer contenía solo unas pocas monedas, así que tomó el cartel, lo dio vuelta y escribió un nuevo mensaje. Más tarde, al volver, encontró la taza llena de billetes. La mujer lo reconoció y le preguntó qué había escrito. “Nada que no sea cierto, pero con otras palabras”, respondió. Su nuevo mensaje decía: “Es primavera y no puedo verla”.
Esta otra anécdota, nos enseña que es necesario cambiar de estrategia cuando algo no funciona. Nadie debe ser esclavo de sus circunstancias. Cuando surge una posibilidad de cambio, aprovechémosla. Las personas más peligrosas son aquellas que dejan que el miedo al cambio, inunde sus venas.
“Hacer lo que siempre hacemos, obtendremos lo que siempre hemos obtenido”. La sociedad exige resultados. Tenemos un futuro brillante; identifiquemos juntos la piedra que hará nuestra sopa. Luchar por Panamá no es una opción, sino una obligación.
Comentarista de Opinión