El que paga para llegar, llega para robar
Decía Carlos Gaviria, un abogado, profesor universitario, magistrado y político colombiano (1937-2015), “cuando un candidato [a un puesto de elección] invierte millones en su campaña, no es un candidato, es un empresario” y como tal “solo pensará en sacar lucro… y en lo que menos pensará… será en la gente”.
En nuestro medio ha habido, hay y habrá varios de éstos si seguimos vendiendo nuestro voto.
Ya antes me he referido al tema, preocupada porque quienes nos dirigen, hacen leyes y son llamados a hacer justicia, sufren del descrédito que desdibuja su noble misión de servir a la patria. En las pasadas elecciones [2014] y pese a la cantidad de denuncias que hicieron de Panamá todo un “Bebedero” [un pobre corregimiento del distrito de Tonosí, en la provincia de Los Santos], cuántos fueron elegidos por la voluntad soberana de un pueblo que cae en la trampa de vender su dignidad y su voto por una bolsa de comida y unos dólares.
Este proceso de muerte, como llama el Papa Francisco a la corrupción, parece no tener fin, en medio de la complicidad de personas, poderes públicos y privados que hacen lo indecible por seguir lucrando de la cosa pública.
Reitero el llamado a investigar la calidad moral de los aspirantes a cargos de elección popular y evitar el continuismo de los empresarios de la política que se perpetúan como mecenas con el dinero de todos.
María Teresa Patiño Amor
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* La autora es comunicadora social.