Y los muertos anónimos, ¿qué?
Es normal que la muerte de un ser humano produzca profundos sentimientos, que varían dependiendo de la edad, circunstancias y cercanía con el occiso. Tales sentimientos ciertamente se agravan en los casos de muerte prematura causada por accidente o violencia, circunstancias propias del trágico deceso de dos educadores que participaban en un cierre permanente de vías en el distrito de Chame, en apoyo a las violentas protestas que azotan al país desde hace un mes. Al hecho mencionado se le dio amplia y justificada cobertura, más aún en un país cuya sociedad colectiva se ha caracterizado por resolver sus diferencias internas pacíficamente, mediante el diálogo y la tolerancia.
Los responsables del hecho expuesto son evidentes, siendo en primer grado el individuo que sin justificación aparente detonó los disparos mortales contra las víctimas. Y en segundo grado, quienes incitaron la grave crisis actual convocando a la protesta nacional violenta, el sindicato obrero que se auto denomina los ‘Sin lucha no hay victoria’ y sus aliados permanentes de los grupos magisteriales de izquierda; la etnia Ngäbe-Buglé; y un Órgano Ejecutivo que por segundo año consecutivo afronta una crisis de índole similar, habiéndose caracterizado en ambas ocasiones por su respuesta timorata, tardía o ausente ante la convocatoria pública al caos.
Quienes fueron electos para supuestamente dirigir el país, han fallado estrepitosamente en sus deberes públicos al obviar ejercer el día uno de la convocatoria al caos en medios y redes por la Junta Directiva en pleno de los ‘Sin lucha no hay victoria’, su facultad unilateral de aplicar el Estado de Urgencia previsto por el Artículo 55 de la Carta Magna que suspende temporalmente los efectos de los artículos 21, 22, 23, 26, 27, 29, 37, 38 y 47 de la Constitución Nacional, los cuales guardan relación con los Derechos y Deberes Individuales y Sociales. Todos los responsables oportunamente responderán por sus graves hechos u omisiones, ya sea mediante consecuencias legales de índole penal o civil; el rechazo político contundente; o como receptores a título individual y colectivo del repudio ciudadano por las graves consecuencias que padecerá la gran mayoría trabajadora y productiva del país.
Según han destacado los gremios afectados, las pérdidas económicas a escasos días de cumplirse el mes del llamado público a la protesta violenta, ascienden a 1.5 billones de dólares, en un amplio espectro del sector productivo, incluyendo el comercial, agrícola, logístico, turístico y otros, afectando por igual a gestores y colaboradores que por miles han visto sus ingresos esfumados debido a la pérdida permanente o suspensión temporal de puestos de trabajo. A lo anterior se suma la inminente pérdida del año escolar 2023 de la educación pública, de por si la más costosa y menos efectiva en la región, realidad que agrava la brecha social con los estudiantes que reciben una educación privada. Este dudoso honor lo comparte nuestro sector magisterial público con sus aliados de la construcción, los ‘Sin lucha no hay victoria’, que de igual manera se distinguen por ser los más costosos y menos productivos de la región.
Ante esta dantesca realidad, es propicio solidarizarnos, alzar nuestras voces de protesta y coordinar acciones efectivas a favor de los miles de conciudadanos en peligro de muerte anónima, como resultado de la tristeza que embarga la pérdida de un empleo, quiebra de una empresa o emprendimiento, o salud agravada o muerte por falta de atención médica oportuna a causa de los cierres, ya sea sufrida en carne propia, o por un hijo, nieto u otro ser querido. No hay duda que los ‘Sin lucha no hay victoria’, sin ejercer el poder gubernamental, están empeñados en llevar a nuestro pueblo a la triste realidad que afecta los países latinoamericanos con gobiernos bajo el yugo de la izquierda criolla, realidad caracterizada por sumir sus países en niveles de pobreza y pobreza extrema que alcanzan el 80% de la población. En síntesis, el incremento desmesurado del porcentaje de población en las capas de pobreza y pobreza extrema, a causa de la desaparición de la clase media en sus tres niveles alta, media y baja.