Opinión

Madres reales e imperfectas

01 de agosto de 2019

Hace algunos años escribí un artículo, para el Día de las Madres, detallando las cualidades de mujeres, madres y amigas, a quienes admiro. Cada nombre iba ligado a una fortaleza que buscaba incorporar al oficio sin fin que, pese a todo, no dudaría en elegir una vez más.

Hoy la lista de damas excepcionales es más extensa y las cualidades, interminables. Llevarlas a la práctica constituiría un enorme reto de habilidades.

Me confieso una madre absolutamente imperfecta, pero con un corazón comprometido, y derretido, frente a las criaturas que alojé en mi vientre. A Dios gracias “completas y sanitas”, como decía mi papá, para convertirse en mi más grande orgullo y más preciado tesoro. Observar sus progresos ha representado una tarea de desafíos y triunfos en la infinita aventura de esculpirles el ser y el alma. ¡Por un periodo que vuela, somos dueñas de todo, y después, de nada! Y aunque no hay libro ni guía para ser madre, se aprende a sangre, sudor y lágrimas que el único punto de convergencia es el amor incondicional. Como somos tan imperfectas como reales, en ocasiones, nos ataca el miedo, la angustia, la impotencia, el deseo de declararnos locas y emprender la fuga frente al cúmulo de responsabilidades que trae consigo tal misión.

Eso me recuerda un video en que, en una supuesta entrevista de trabajo, a hombres y mujeres, les ofrecen un puesto con una larga letanía de responsabilidades, sin días libres y, encima, sin paga. Desde luego, nadie acepta, unos se sienten ofendidos, otros miran con incredulidad al entrevistador, quien al final explica que tal registro es cuánto hace una madre, 365 días al año. La respuesta, emoción y aceptación. Una vida no alcanza para agradecer y ensalzar a mamá. Hacerlo en un día es pretensión, ¡alarde! Por eso, a mi madre la gratitud diaria por hacer de mi la mujer que soy. Ella, como yo, tuvo aciertos y desaciertos, pero aún en nuestras diferencias, no hay lugar para el divorcio en lazos surgidos desde el mismo instante de la concepción. Buscando una calificación pedí a mis hijos describirme, sin adulación: ¡eres admirable! dijeron. Una sonrisa se dibuja en mi rostro, el corazón se llena de gozo. Confirmo que ese amor que fluye sin contención ha sido diseñado por lo divino para entregarnos en lo humano una chispa de la Gloria del Creador.

*La autora es comunicadora social.