Opinión

El Huracán Fito

10 de marzo de 2021

Después  de la invasión del 20 de diciembre de 1989 un pelafustán me preguntó si todavía era periodista de La Estrella de Panamá, y al responder afirmativamente exclamó: “¡Te felicito sobreviviente del huracán Fito!”.

Se refería a Tomás Gabriel Altamirano Duque, ex director de La Estrella de Panamá. Cuando llegaba a La Estrella de Panamá para publicar mis pinitos periodísticos, fui atendido por don Tomás Gabriel Duque, abuelo del supuesto “Huracán Fito”.

El destino me permitió trabajar en La Estrella de Panamá compartiendo responsabilidades en aquella gloriosa redacción donde fueron famosos “condumios” rociados de vinos y bocadillos, entre panameños y “gringos” del Star & Herald.

La Estrella era portaestandarte de noticias. Publicábamos Tabla de Mareas, Teleguía, Todo en Deportes, suplementos, sociales, diplomáticas, viajes, provincias, horóscopos y cómicas.  Con el tiempo la nación fue herida por bayonetas y gradualmente cambiaron las condiciones.

En la Estrella trabajamos en la misma trinchera, con descendientes del prócer José Gabriel Duque Amaro, acariciando la maquinita Underwood, cuyo teclado tenía cierta musicalidad.  Fue el laboratorio de ideas donde el 13 de noviembre de 1918 sucumbió el poeta Gaspar Octavio Hernández.

Compartimos responsabilidades con  los Duque, Altamirano, Typaldos, Ozores, Gormaz y la cordialidad nos hizo sentir miembros de la familia. Aquella estrella cuyos destellos se apagaron, contaba con periodistas como McKay, Noli, Escobar, Solé Bosch, Díaz, Pérez, Gómez, Baruco, Lamboglia, Dolphy, Gandásegui, Castrellón, Espinosa, Aparicio, McGeachy, Bunting, Flynn, Hoyte, Williams, Constable, Maganini, Kirkland, Herrera Bravo, Burbano, Fernández, Langshaw, Toala,  Pardo, Cerrud y Sucre.

Cometo sacrilegio si dejé de mencionar alguno.  Cuando llegué dirigía  Tomás Gabriel Duque (abuelo de Fito). Fue reemplazado por su hermano Alejandro Duque, éste por Tomás Gabriel Altamirano Duque (Fito) y finalmente por María Cristina Ozores (“Maruchi”).  Para holgazanes no era fácil laborar bajo la dirección de Fito.

Cumplir con el deber y no afligirse era la fórmula para sobrevivir ante este supuesto “huracán”.   Bajo su dirección nos topamos con hechos que extirpan maledicencia sobre su persona.

En una ocasión ordenó no publicar nada de su cuñado Kaiser Bazán, director del Seguro Social, porque éste no nombró a una mujer de Chepo con “un pocotón de hijos”.

Un chepano decía que tenían dos santos:  San Cristóbal y “San Fito”.  Organizó excursión de niños chepanos a la capital. Fue enternecedor cuando compró zapatos para los que se avergonzaba viajar descalzos.  

En el rio Bayano observamos lancha con bicicletas para jóvenes de las costas y montañosas.  Una noche llegó una mujer buscando a Fito porque él necesitaba una cocinera que preparara “cinco mil tamales” para una fiesta en Chepo.

Cuando presidía la Feria de Tanara, me asignaron junto con el fotógrafo Aristides Herrera Bravo (q.e.p.d.) cubrir la inauguración. Herrera Bravo y yo, en predios de la feria, disfrutábamos tragos cuando apareció Fito.

Al vernos espetó que le valía las cinco primeras letras del músico de apellido Vergara, pero la noticia debía ser publicada.  

Dejó huellas al dirigir el Instituto de Cultura y Deportes. Donó su salario para dotar de luz a varios estadios y en la inauguración de un alumbrado pronunció breve discurso.

Dijo: “¡Hágase la luz!”. Cuando presentaban espectáculos como patinaje sobre hielo, Mundo de Disney o algo similar, llegaba con boletos adquiridos de su pecunio y nos regalaba para nuestros parientes. Así era “el Huracán Fito”.

Una noche reunió a empleados e informó su designación como Ministro de Vivienda. Dijo que era una oportunidad para obtener casas y no vivir en cuchitriles donde, según el poeta Demetrio Herrera Sevillano, “el sol no entra porque es aristocrático” …o  “rabiblanco” en buen panameño.  

Durante administración de Aristides Royo --- presidente que truncaron la oportunidad de efectuar beneficiosos proyectos – Fito fue Ministro de Obras Públicas. Con el pregón “¡De Divisa a Las Tablas, de cemento va!” mejoró la vía y algunos atribuyeron el éxito a él y otros a Santa Librada.  

En la crisis de los ochenta afectada por  los latigazos financieros, hubo escasa circulación del dólar, pero cada empleado recibimos bolsas de Arroz Tío Fito, para paliar necesidades gastronómicas.

Enfermo y acorralado por la ancianidad continuaba ayudando e ignorando detractores, porque lo que de él decían,   le valía las cinco primeras letras del apellido del músico “Vergara”.   

 

 

Por Emilio Sinclair
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