Opinión

El papo rojo

27 de febrero de 2020

En una amena entrevista radial a través de la emisora Radio Plus TV a la Sra. Esther  Barahona, otrora secretaria personal del fallecido Omar Torrijos Herrera, con motivo  de su natalicio el  13 de febrero, conmovida al borde las lágrimas narro anécdotas, visión, talante, momentos felices y tristes del líder castrense.

El General Omar Torrijos Herrera nació en Santiago de Veraguas el 13 de febrero de 1929 – y fallece trágicamente en un accidente aéreo   como consecuencia de las condiciones climáticas, en Cerro Marta, Coclé, Panamá, 31 de julio de 1981. “El general” o “El Viejo” como lo llamaban popularmente, fue un oficial del ejército panameño, quien, junto con Boris Martínez y José H. Ramos Bustamante, encabezó el golpe de Estado de 1968.

Fue jefe de Estado desde 1968 hasta 1981  En la Constitución de 1972 se le nombra "Líder Máximo de la Revolución Panameña" y condujo la nación a la recuperación del Canal de Panamá a través de los tratados de 1977 Torrijos-Carter. Precisamente narra la Sra.   Barahona, que entre sus momentos más felices  fue esta hazaña lograda junto con otros ilustres intelectuales panameños, derribar lo que  llamaba la “quinta frontera” panameña.

También anotó  que Torrijos era muy comunicativo y feliz con los jóvenes y niños del todo el país, que sentía una enorme compasión por los pobres, los sufridos, los campesinos  a quienes atendía personalmente durante horas, cada vez que su tiempo le permitía, resolver sus problemas por pequeño o grande que fuera.

Este gigante de la política panameña era común como cualquier panameño narró su secretaria, no le gustaba los sacos y corbatas, los usó por protocolo. De gran calidad humana;  fanático del béisbol, le gustaba la comida  criolla, hasta el “concolón con porotos” y el tradicional cigarro  habano que siempre jugueteaba entre sus dedos,  le servía de entretenimiento.

En el retrato que nos dibujó telefónicamente la secretaria personal del líder de juventudes y obreros del país, el General Omar Torrijos Herrera, reflejó sus temores y tristezas. Cuenta que un día la llamó tarde en la noche y le dijo, con rictus y dejo de tristeza, “Esther el día que me muera quiero que en el  ataúd coloques papos rojos”. Una flor silvestre que crece en todo el país sin muchas pretensiones…así de humano era Omar.
* El autor es periodista. 

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