Opinión

En la cumbre y en el llano

15 de junio de 2022

Las protestas de los países que no fueron invitados a la Cumbre ensanchan mucho más las diferencias ideológicas que separan las políticas continentales regidas por sistemas democráticos y sistemas totalitarios. Reunir a los países democráticos y a los países totalitarios hubiera sido una promiscuidad ideológica absolutamente contra natura. 

Cuba, Venezuela, Nicaragua, se han apartado deliberadamente de los postulados de la Carta Democrática de la OEA desde años atrás. En Cuba sólo hay un partido de gobierno, desde hace más de cincuenta años, no existe libertad de expresión, de reunión.

Los cubanos que salieron recientemente  a las calles de la Habana  demandando  derechos básicos para elegir a sus representantes en sufragios libres fueron arrestados por la policía y en los tribunales se les aplican delitos como si fueran criminales comunes. 

En Venezuela el gobierno controla el poder judicial y todos los órganos , millares de opositores mueren en las cárceles, hay un éxodo creciente de personas que huyen de las pésimas condiciones de vida por una inflación astronómica determinada por una moneda que vale menos del papel impreso.

Nicaragua vive una historia de terror bajo el dominio absoluto de Daniel Ortega y su esposa, presidente y vicepresidenta de la república de esta caricatura de sandinismo que avergüenza hasta a los pocos sandinistas exilados y las humildes mujeres nicaragüenses que llegan a Panamá, Costa Rica, huyendo del caos.  

¿Qué iban a decir los representantes de Cuba, Venezuela, Nicaragua, en las sesiones de la Cumbre, que no fuera otra cosa de repetir el rosario de lugares comunes de su discurso plagado de excusas sobre el imperialismo que no les permite comprar lo que ellos deben producir?

¿Iban a anunciar que volverían a la época de elecciones libres, pluralismo ideológico, vigencia de los derechos humanos? No hay indicios de arrepentimiento. Contrario a ello, en cada año de dictadura se endurecen las represiones. Aquellos países que condicionaron su asistencia a la Cumbre manifestaron un simplismo elemental porque la inasistencia de Cuba, Venezuela, Nicaragua, se debe a que esos regímenes se han autoexcluido voluntariamente hace años del sistema democrático.

Los gobernantes de México y Argentina probablemente tienen  afinidad personal  con el totalitarismo. Pero no se atreverán a eliminar  las bases de la democracia – elecciones libres, libertad de expresión, independencia judicial – porque les caería la teja si pretendieran seguir el camino de Cuba o Venezuela para sus países.  

Como decían los  pensadores latinos, no hay nada nuevo bajo el sol. Rómulo Betancourt  arriesgó la vida luchando contra Juan Vicente Gómez, el rústico campesino de Maracay que multiplicó las concesiones territoriales a las trasnacionales petroleras; Rafael Trujillo, el dictador dominicano que organizo un atentado contra el mandatario; y los militares golpistas de su patio venezolano.

La Doctrina Betancourt  se yergue  en el Derecho Internacional Americano contra el totalitarismo que reaparece de cuando en cuando. El inolvidable Canciller Julio Linares  invocó la Doctrina Betancourt para romper las relaciones de Panamá con el Perú de Fujimori, porque cesó el Parlamento.

Las dictaduras latinoamericanas  de 1968 se autoproclamaron ni comunistas ni capitalistas, hasta que la democracia recuperó sus fueros fundamentales. Algún día los pueblos oprimidos por los regímenes totalitarios recuperarán el derecho a su libre determinación. No tengo la menor duda. 
* Abogado. 
 

 Mario Castro Arenas 
[email protected] 
 

TE PUEDE INTERESAR