¿A quién creerle?
El ciudadano del siglo XXI está más informado que nunca en la historia o será que esta más malinformado de lo inimaginable. Todo dependerá de la fuente y su credibilidad, si es que ese concepto aun existe y se respeta.
Es difícil en estos tiempos sostener una mentira o defender una verdad. Sea lo que sea en cuestión de minutos será desmentido, afirmado, corroborado por alguien. La información se ha convertido en un elemento poderoso, imparable e ingobernable. Cualquier intento por regularlo se convertirá en un atentado contra la libertad de los ciudadanos de escuchar y creerle a quien les parezca.
Pareciera que todos mienten o todos dicen tener la verdad incuestionable. Medios de comunicación, escrita, televisada y digital se pelean salvajemente para ser fuentes de credibilidad y de paso ganar dinero vendiendo anuncios. Pero esa credibilidad se estrella cuando se escarban las bellas portadas de sus flamantes presentaciones y se descubren sus raíces, a quienes pertenecen, quienes las financian o a que corriente apoyan.
Solo basta con hacer un simple ejercicio de verificación de algún suceso y vemos que dependiendo del medio la misma información varia, es matizada o increíblemente es totalmente diferente. El más claro ejemplo es la guerra de Ucrania.
Dependiendo a que polo de poder favorece el medio, la causa, sus efectos y los involucrados son presentados con diferentes perspectivas.
Afortunadamente por mas que se intente ocultar, tergiversar o manipular la información sale a relucir en alguna parte, de alguna forma, por algún personaje que no se comió el cuento y saca su propia versión del hecho. La verdad ya no tiene dueño.
*M.Sc. Adm. Industrial
Gabriel Perea
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