Opinión

Cierre de carreteras

11 de julio de 2022

El cierre  de carreteras, calles y otras vías de comunicación como actos de protesta de diversa índole se ha convertido en una práctica deplorable. El artículo 27 de la Constitución del Estado establece: “Toda persona puede transitar libremente por el territorio nacional y cambiar de domicilio o de residencia sin más limitaciones que las que impongan las leyes o reglamentos de tránsito, fiscales de salubridad y de migración”.  

Las reclamaciones gremiales, políticas, sociales, ante las autoridades pertinentes pueden expresarse mediante comisiones  debidamente nombradas sin obstaculizar la circulación de vehículos por las carreteras nacionales, provocando perjuicios y alteraciones del orden público. Los recientes sucesos  del transporte de alimentos por los precios de combustibles llevaron la situación a un grado realmente irracional, convirtiendo en barricadas los gigantescos camiones emplazados en la carretera central obstaculizando el tránsito libre de personas y cosas. No puede instrumentarse coactivamente, a la fuerza, un derecho parcial perjudicando los derechos globales de terceros. 

El alza creciente del precio del combustible es el resultado específico de decisiones de los países productores de petróleo, empresas extranjeras de refinerías, distribuidores, causantes de la escalada inflacionaria de nivel mundial, que no solamente perjudica a Panamá sino al mundo entero.

Congelar los precios de la gasolina y el diésel, manipulados por mercados extranjeros, constituye un reto que debe sopesarse cautelosamente, analizando financieramente las opciones reales de los países consumidores. Pero los voceros, bajo la amenaza de paralizar el transporte de alimentos a los mercados,   exigieron el congelamiento de los precios como si ello fuera una decisión política de responsabilidad instantánea que el Ejecutivo estaba alargando premeditadamente.

No sabemos si en el diálogo se explicaron las razones o las sinrazones aprovechadas por los países miembros de la OPEP sumadas a las consecuencias del conflicto de Ucrania y Rusia para atizar la inflación en el contexto internacional. 
En el ambiente doméstico, a pesar del acuerdo con los transportistas, no se han reducido los precios de las legumbres, poniendo al descubierto a los usufructadores  de la inflación local.

Al final de cuentas los consumidores pagamos los platos que otros rompieron. Mientras tanto se acrecienta el volumen de los subsidios estatales con nuevos compromisos financieros que llevan la deuda externa a niveles siderales. Sin embargo cada día aparecen más candidatos que ansían llegar a la presidencia y el parlamento con un entusiasmo irresponsable. Gracias a Dios los huracanes no llegan a Panamá, pero mejor es prepararse para las calamidades políticas que se avecinan.  

Mario Castro Arenas
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