Opinión

La doble tanda de películas

24 de junio de 2021

La tradición de los fines de semanas en los barrios populares en especial los domingos luego del sorteo de la Lotería, que jugaba a las doce mediodía era ir al teatro, así lo organizaba la muchachada que por solo 25 o 35 centésimos se disfrutaba de dos películas, reportajes internacionales de “Ufa”, y reparto de próximas películas en estreno todo por el mismo precio.

Aquel panameño que está leyendo está nota recuerda las famosas películas de vaqueros, como el Llanero Solitario, Lo bueno, lo malo y lo Feo, o El Maestro con cariño, Historia de Amor, Los Siete del Patíbulo, y las famosas películas mexicanas que dieron mucho de qué hablar, basadas en humor, historias de amor, y romance.

Todas estas películas eran taquilleras en el Teatro Ancón. Las salas de teatro (ahora cines) de esa época formaban parte de la diversión de la clase popular, se pasaba un buen rato, y cuando en algunos casos el sistema del rollo de película se atoraba o se cortaba la señal, en cuestión de segundos se armaba una “rechifla” y se mandaba por un tubo al operador, y se exigía la devolución del dinero, todo esto formaba parte adicional de la diversión.

Recuerdo los matinés organizados por los colegios públicos, nivel primario y secundario, eran siempre a las 9:00 am, luego el estudiante tenía que escribir una composición o narrativa del contenido de la película, era parte de la enseñanza.

En algunos teatros también el panameño podía jugar a la suerte, y engrosar su presupuesto con un dinero extra en los sorteos llamados “Wahoo” se utilizaban unos cartones iguales a los del bingo, pero con una ánfora, había tres premios: el Primer premio 50 balboas, Segundo premio 35 balboas, y el Tercer premio 25 balboas, el ganador tenía que estar pendiente para subir al escenario a cobrar, sino se presentaba en un tiempo determinado perdía el premio.

Estos “Wahoo” se jugaban en los teatros Edison, Panamá, y Variedades, la entrada era de 25 y 35 centésimos.

Al lado del teatro Variedades, había un local que vendía un refresco conocido como “Sifón” su dueño un empresario de origen griego; mientras en el Teatro Edison, que era de propiedad de la familia Lee en la entrada había una cafetería donde otra delicia eran las enchiladas, no había quien no las solicitara, las frituras, emparedados, y sodas, no había restricciones para entrar a la sala con comida.

Cuando las salas de teatros estaban repletas de público, y no querían desalojarla, había un vivo que gritaba a voz en cuello ¡fuego, fuego, fuego! y se producía una estampida, y se despejaba la sala, la gente salía por la puerta de atrás. De esta manera en esa época, el panameño humilde se recreaba, y se divertía con sus bajos recursos, lo demás es historia.
 

 

Víctor De La Hoz
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