Opinión

Bermúdez: La pandemia y las verdades

11 de enero de 2021

Desde la última semana de diciembre hasta la fecha, la sociedad panameña ha transitado entre la incertidumbre y el asombro, por el ascenso trepidante de las cifras de la pandemia.

De un promedio diario que estuvo entre los 500 y los 700 contagios, pasamos abruptamente a dos mil, tres mil y hasta cuatro mil casos.  En los decesos trepamos a más de 40 cada 24 horas.

Y mientras las autoridades buscaban salida al nuevo reto, en medio de todas las dificultades que acarrea la pandemia, con nuevas instalaciones con camas para los pacientes, con ayuda a los sectores más vulnerables , las voces detractoras de siempre se encargaron de atribuir el aumento a lo que han llamado la incapacidad del gobierno.

Detrás de esas voces, o delante de ellas, en las redes y los medios, la censura y la sorna, cuando la misma situación se venía dando en Inglaterra o en Alemania, que acababa de extender su cuarentena hasta finales de este mes.

La supuesta incapacidad ha sido mezclada con temas de gobernabilidad y premociones sobre estallidos sociales. Con severos señalamientos de torpeza y todos los adjetivos peyorativos, habidos y por haber, incluida las supuestas carencias en el manejo de la adquisición de las vacunas que deben estar llegando la próxima semana.

Excelente respuesta les dio la canciller Ericka Mouynés. Ahora se sabe, y a través de uno de nuestros científicos más respetado, que el incremento tiene entre sus causas una mutación D614G del Covid-19, presente en mas del 70 por ciento de los casos con que cuenta el país y que “esta también es altamente contagiosa”.

El director del Instituto Conmemorativo Gorgas de Estudios de la Salud (Icges), Juan Miguel Pascale, explicó este domingo que el muestreo -aleatorio y secuencial del genoma- tiene lugar en 20 corregimientos del país, donde se concentran más de la mitad de los infectados a nivel nacional.

Se trata de un virus de ácido ribonucleico, capaz de producir una o dos mutaciones por mes, pues no tiene una enzima que pueda editar lo que ocurre cuando se divide, lo cual genera errores que no pueden corregirse.

Al explosivo ascenso se suma una indisciplina social estimulada por quienes creen que inculpando al gobierno de supuestos errores se aseguran las elecciones de 2024.

Pensemos que muchas de las críticas contra el gobierno proceden de la desesperación y angustia resultantes de la agresividad de la pandemia, una especie de exterminio que va dejando victimas entre familiares, amigos y conocidos, entre famosos y gente sencilla.

Pensemos que lejos de las malas intenciones, lo que hay en el fondo de las críticas que trascienden es una preocupación descomunal por la perspectiva fatal que propone la crisis sanitaria, las falencias de los sistemas que ha puesto al descubierto, los retos infranqueables por los que pasan hasta las grandes potencias.

Pensemos que es así, que nada hay de irresponsable y falaz, conspirativo y temerario en lo que se dice. Aun siendo así, nadie puede negar la sostenida batalla que han dado las autoridades contra el virus desde el día uno.

No solo en lo sanitario sino en lo socio-económico, tratando de aplicar una política lo más equilibrada posible y de ayuda a todos los sectores de la sociedad.

Y no se trata de negar los errores que se hayan podido cometer ante un evento sorpresivo y novedoso como la pandemia que vive el país, pero un hecho que se aprende desde niño, en el marco de las conductas morales y la solidaridad, es que cuando los demás trabajan, cuando están empeñados en salir adelante y vencer dificultades, otros, en lugar de mirar y destrozar con voces y miradas el esfuerzo que se hace, arriman el hombro, extiende la mano y estimulan el ánimo para vencer los obstáculos.

Las conductas contrarias son reprobables y tienen un nombre, harto conocido. 

 

 

Julio Bermúdez Valdés
[email protected]
Periodista 

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