Opinión

Logros, pese a todo

12 de octubre de 2020

No existen países sin batallas políticas. Unos más otros menos, pero todos siguen un comportamiento dialéctico en las luchas por el poder, que se expresan, como en el caso de Panamá, en los debates mayores y las discusiones menores reflejadas en los medios de comunicación y ahora en las redes sociales. 

Allí está la primera línea de una controversia que en otras naciones se resuelve a bala, como el caso actual de Nagorno Karabaj, en Siria y muy cerquita en Colombia, donde los organismos de derechos humanos hablan de unas 52 masacres en lo que va del año, o con levantamientos populares como el del fin de semana en la pacífica Costa Rica. Aquí pese a algunas voces que han hablado de levantamientos, más como deseos que como realidades, lo consensos priman y el respeto se mantiene.

Durante los siete meses de una pandemia atroz, el prisma política panameño ha ido desde los esfuerzos ininterrumpidos del gobierno por encararla de la mejor manera , hasta señalamientos críticos a sus gestión, unos honestos y verdaderamente  preocupados por el destino del país, y otros oportunistas, interesados más en la agenda electoral de 2024, y en un discurso de odio, que en resolver las preocupaciones legítimas de una población que se ha visto atacada no solo en su salud sino también en sus esperanzas.

Una condición que exige mucha ecuanimidad tanto de dirigentes como de ciudadanos, entendiendo por los primeros no solo al gobierno sino a aquellos que actúan desde organizaciones emblemáticas, realmente representativas y de las voces más influentes del sistema.

Considerando el fenómeno internacional que ha implicado la pandemia, Panamá ha llevado un comportamiento consecuente que entre otras cosas ha logrado mantener activo y en consecuencias aceptables su sistema sanitario, conforme ha sido exigido, pese a las falencias heredadas. 

Como hemos sostenido en otros artículos y como ha demostrado la realidad aquí no se ha llegado al triste fenómeno de la “última cama”, tampoco a los muertos y ataúdes en las calles, y menos aun a las morgues colapsadas, y para quienes debaten con seriedad, nada de eso es casual. Detrás ha habido una enorme maquinaria oficial encabezada por el mismísimo presidente de la república, su equipo de trabajo, el cuerpo sanitario y una pléyade de hombres y mujeres integrados a equipos complementarios. Nada ha sido causal, hasta llegar a la apertura en que se encuentra el país.

Nadie podrá argumentar que todo ha sido perfecto. No lo ha podido ser, ante un fenómeno inédito, que nadie había encarado con anterioridad, para el cual no ha habido antecedentes no solo para Panamá sino, inclusive para los países lideres del desarrollo mundial, muchos de los cuales ya hablan de una segunda ola pandémica. NI siquiera la epidemia de polio en 1951 o de Tuberculosis en los años 40 tuvieron las características épicas que presenta la del Covid-19.

Hay temas que deben resolverse, de presencia permanente en la agenda del debate publico o en el de la rendición de cuentas, por supuesto. Pero en toda agenda siempre hay prioridades, y en el de l Panamá hoy lo es “la vida de los panameños”, contener al virus, eliminar su peligro, aunque tengamos que convivir con él, por lo menos hasta que aparezca la vacuna que derrote al flagelo.

Los debates siempre van a existir, la vida tiene tiempo limitado, y en honor a la verdad  hasta hoy hemos sabido hacerle frente al problema y contener el otro virus: el desbordamiento de quienes creen que todo hay que resolverlo rompiendo puertas.

 

Julio Bermúdez Valdés
[email protected]
Periodista
 

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