Opinión

Entre la vida y la política

10 de septiembre de 2020

 ¿Puede haber, por estos días, una tarea más importante que salvar la vida ante la pandemia del covid-19? Sorpresa desagradable, la pandemia del Covid-19 se ha convertido en el enemigo inmediato de la humanidad, al tiempo que, en un generador de lecciones que pareciera que algunos no acaban de aprender.

Asintomático e invisible, el pequeño asesino ha atentado contra la vida colectiva tradicional que hemos llevado; su amenaza ha retirado de las calles, de los trabajos, de las celebraciones cotidianas y la celebración ocasional y los cafecitos fraternales, a millones de personas, que día por día ven cómo familiares, amigos y conocidos son devorados por un flagelo implacable, ante el asombro y la impotencia.

Superados los 20 millones de contagios y rumbo al millón de muertos, el planeta mira impávido la atrocidad del siglo, y en medio de la tormenta una línea va separando a aquellos que hacen todos los esfuerzos por salvar vidas, de aquellos que ven en la coyuntura una oportunidad para sus estrategias políticas.

Y no es que una lo sea y la otra no, porque, al fin y al cabo, como dijera el célebre Aristóteles, “el hombre es un animal político por naturaleza”. Lo que diferencia la coyuntura de hoy son las prioridades.

Estados Unidos o Brasil son dos grandes ejemplos, donde sus respectivos gobiernos trataron con un tono secundario a la pandemia, y hoy encabezan en el mundo a las naciones más afectadas.

Tanto el presidente Donald Trump como Bolsonaro hablaron de la pandemia en sus inicios como “una simple gripe”, que en el caso norteamericano ya afecta a mas de cinco millones de ciudadanos, y en el Brasil a más de tres millones. Esas son las consecuencias tangibles de no asignarle a la pandemia la importancia que tiene, y que, en el caso de Panamá, trazaba para los dos primeros meses más de cien mil afectados. No fue así. Y no creo que eso sea casual.

Mientras que, desde un sector, encabezado por el gobierno nacional se han realizado esfuerzos significativos por contener los avances del virus y mantener las fortalezas que permitan una rápida recuperación económica, desde otro se percibe la decisión de distraer las iniciativas oficiales.

Este viernes, por ejemplo, readecuado para las urgencias, el centro de convenciones Figali ha comenzado a recibir pacientes de covid-19; una mesa de expertos estudia las perspectivas que ofrecen nueve vacunas en prueba tratando de colocar a Panamá entre los primeros países en adquirirlas; y se habla de la posibilidad de traer médicos extranjeros para reforzar la batalla contra la pandemia.

Antes el gobierno abrió el canal para que los hospitales del sector público contraten a médicos del sector privado. Dicho sea de paso, durante los últimos cinco meses de pandemia, las asociaciones médicas nacionales no habían reaccionado de manera tan enérgica ante un anuncio, como el que ha hecho el presidente Laurentino Cortizo respecto a la posibilidad de que médicos cubanos vengan a ayudar en la lucha contra covid-19.

Se habla de internistas e intensivistas ¿es acaso falso que ante el avance de la pandemia, Panamá tiene limitaciones en este aspecto? Extraña coincidencia que tras anuncio presidencial una treintena de muchachos haya bloqueado la calle 50, en un acto que no solo afecta a terceros, sino con evidentes actos de provocación. ¿Cuántos habrán ido a donar sangre para los infectados, cuántos habrán gestionado plasma para los urgidos?

Una cosa es cierta, los estragos de la pandemia han atacado con rigurosidad los recursos del Estado, han sometido a la población a medidas sanitarias nunca vistas ni en Panamá ni en muchos países del mundo; han dejado un saldo letal de muertos y heridos, como si de bajas de una guerra se tratara.

Pese a ello, seria mentir si se dijera que el gobierno se ha detenido en su labor. Mas aun, desde le nueve de marzo pasado cuando se anunció oficialmente el primer caso de covid-19, la administración Cortizo  no ha perdido la iniciativa en la batalla, ni por campañas externas, ni por falencias internas, atacadas estas últimas con energía por el propio gobierno. 

Mas allá de la previsión y casi muy cerca del deseo, los anuncios de colapsos sanitarios o levantamientos populares no los han sido; con sus planes de ayuda, limitados por las propias circunstancias y por la forma como la pandemia ha multiplicado los problemas, el gobierno ha sido capaz de mantener una paz social que beneficia a toda la sociedad, incluso a aquellos sectores que de manera poco responsable parecieran interesados en la anarquía social.

La línea está trazada. Divide con claridad a aquellos que persisten en la batalla por atender a los enfermos, dirigir a los cuerpos sanitarios en los hospitales y en las visitas a las casas, de aquellos que se empeñan en otras acciones que solo benefician a la pandemia.

Que hay que velar por los recursos del estado o por la transparencia o por lo que sea, habrá tiempo para eso si quedamos con vida. Que hay errores… bueno, todo evento inusitado como el que vivimos los generan, lo importante es encararlos, no dejarse vencer y mantener la esperanza de vida a toda costa.

 

Julio Bermúdez Valdés
[email protected]
Periodista
 

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