Opinión

El coronavirus y la biopolítica

02 de abril de 2020

El coronavirus hizo del estado de excepción una normalidad. Medida que empezó a sortearse en los terminales aeroportuarios posterior al 11 de septiembre de 2001. ¿Bueno o malo?, ¿necesario o no?

No son preguntas a ocuparse en estas anotaciones en cuarentena. Pensando en clave de Agamben la amenaza del COVID-19 ha extendido el estado de excepción a todas las esferas de la vida social. Sin embargo, estas medidas entran directamente en conflicto con las políticas -neoliberales- de reducir al Estado a su mínima expresión.

Para un estado de excepción se necesita un Estado fuerte, regulador y requiere de una amenaza a la seguridad nacional. Sea ésta creada o no, verdadera o falsa.

Siguiendo este relato la realidad nos señala que el estado de excepción es un hecho. Algunos derechos civiles como: la asociación, la privacidad y el libre tránsito han quedado suspendidos mientras la amenaza persista.

Incluso, está legitimado por diferentes instituciones: de salud, académicas, científicas, medios de comunicación y por la propia ciudadanía que demanda tales medidas.

¿Pero existe el estado de excepción en los territorios que históricamente han sido abandonado por el Estado?, ¿esto es así en los territorios que son descartados por la acumulación global de plusvalor?, ¿qué está ocurriendo en los territorios comarcales de Panamá y el Darién?, ¿es igual lo que ocurre en estos territorios y en la zona de tránsito?

Lo que alcanzo a percibir es que el estado de excepción es legitimado por la población mientras ésta no sienta crujir el estómago. También, que entra en conflicto con los intereses del gran capital mundial.

Aún no trabajan de manera orgánica. Lo que no quiere decir que más adelante no sea posible.

Esta contradicción inicial ha retardado las políticas de algunos países del centro (EEUU, Reino Unido, Alemania) y ha traído como consecuencia el contagio masivo de sus poblaciones.
 

Mario Enrique De León
[email protected]

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