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Julio Bermúdez Valdés: Rosario Turner

18 de mayo de 2020

Desde diciembre de 2019, cuando China comunicó al mundo la emergencia de una pandemia que  todos conocieron inicialmente como coronavirus, Rosario Turner avisaba que el virus llegaría a Panamá y que había que prepararse. 

Revisando algunas imágenes y noticias de enero pasado, cuando la pandemia era un fantasma en asecho que golpeaba con fuerza a Italia y a España, se  percibía a esta profesional de la medicina,  inmersa en los detalles, preocupada pero firme, y aportando elementos de juicios para que el país diera paso a tareas preventivas.

El 28 de enero pasado cuando el Consejo de Gabinete aprobó la primera resolución en esa dirección y el presidente Laurentino Cortizo era una voz que sustentaba la medida, Turner ponía en marcha un equipo amplio que, a la vez que invitaba a meritorios epidemiólogos e infectólogos a sumarse a la batalla contra el pequeño criminal, evidenciaba un concepto: esa lucha era de todos los panameños sin ninguna diferencia.

Creo que allí comenzó a radicar el éxito de su gestión, pero sobre todo la credibilidad de un país donde, por malas experiencias en décadas de mentiras oficiales, había una comunidad nacional que no tenía ninguna necesidad de creer en nada ni en nadie.

Junto a Turner fueron apareciendo personalidades científicas cuyos nombres eran poco conocidos entre la mayoría de los panameños: por ejemplo, el doctor Juan M. Pascale director del Instituto Conmemorativo Gorgas, el internista Julio Sandoval y el doctor Xavier Sáenz-Llorens, hasta ese momento retenido en nuestras mentes por ser una pluma crítica con publicaciones serias.

¿Qué hacía que personalidades como esas entraran a un equipo como ese sin chistar? En primera instancia, su preocupación por el país,  la sensibilidad que desarrolla un profesional de la salud que con años de experiencias percibe con exactitud  el peligro que asecha a una comunidad.

Pero aun cuando eso hubiese sido así, con seguridad que el aval para entrar lo era la personalidad y la trayectoria impecable de una pediatra, que además forma en las filas de la clase política al ser miembro del Consejo Ejecutivo Nacional del Partido Revolucionario Democrático.

Ha sido muy difícil, casi extraordinario encontrar en las filas políticas a una personalidad que reúna esas cualidades cuando en Panamá y en muchos países ser político no es precisamente lo más elogiado. Así que cuando el nueve de marzo el país amaneció con la confirmación oficial de que había sido detectado el primer caso de coronavirus en Panamá, una intervención certera del presidente Cortizo, le anunciaba al país que su gobierno encararía con firmeza el reto. La encargada de la misión: Rosario Turner.

Desde marzo a esta fecha su voz ha sido la mas esperada en los hogares panameños a las seis de la tarde, no solo para informar sobre los nuevos contagios o los decesos, sino para saber qué rumbo tomar, cuándo comenzaba la cuarentena, que días saldrían los hombres y cuando las mujeres, como usar las mascarillas o a que distancia había que estar de otra persona para evitar riesgos.

Mínimo 25 mil casos debería tener el país en dos meses. Cuando en febrero de este año se reunía el equipo que hacía las previsiones, dadas las orientaciones del gobierno, no se escatimaron esfuerzos en las medidas que se tomarían: pruebas masivas, equipo sanitario, infraestructuras a considerar.

Pese a que entre 2009 y 2014 se puso en marcha un plan de construcción de hospitales, y la llamada Ciudad de la Salud, la paralización de esas obras durante el quinquenio 2014 -2019 tomaron al país en desventaja letal. Siete hospitales y la Ciudad de la Salud quedaron a la deriva, y aun cuando se hacían cálculos, nadie podía saber con exactitud a cuánto o cuáles serían las necesidades a cubrir.

Alguien dijo: “mejor es que sobren y no que falten, lo que está en juego es la vida de los panameños”. Bajo ese norte los equipos del ministerio de Salud salieron a hacer las pruebas, lo que posee un significado altamente particular, porque como en otros países, las autoridades pudieron sentarse a esperar que el covid19 se manifestara y luego acudir a combatirlo, pero no, en el caso de Panamá la directriz del equipo que ha encabezado la doctora Turner fue la de “salir a cazar el virus”, literalmente.

Una medida que el gobierno de Laurentino Cortizo se propuso garantizar incorporando a los equipos sanitarios unidades de la Fuerza Pública, lo que explica, por ejemplo, por qué en retenes como los de La Chorrera se registraron largas colas de vehículos cuyos conductores y pasajeros eran sometidos a controles de temperatura.

Por qué, porque desde un principio el MINSA  advirtió que en los primeros 14 días de incubación el virus era asintomático, imperceptible, condición que lo hacía más peligroso porque era en ese periodo en el que se producían los contagios.

Con una infraestructura mínima, colapsada algunos años atrás en el caso del Complejo Metropolitano de la Caja de Seguro, con el respaldo decidido del gobierno, las autoridades de salud  optaron por alojar a los afectados en aislamiento domiciliario en hoteles de la ciudad.

Una pandemia con la que se vive no solo inmovilizó a la población, frenó de tajo el proceso productivo y afectó sensiblemente los ingresos del Estado. Así que el gobierno no solo incrementaba sus gastos, sino que veía minimizarse sus recursos. La respuesta de Cortizo fue gestionar recursos.

Pero para endeudarse así había que contar con la confianza de la comunidad, y ese papel lo desempeñaba a cabalidad Rosario Turner. Turner ha sido, además de la ministra y jefe del equipo, la figura confiable, seria, transparente y trabajadora, en la que el país sigue confiando, en la que el gobierno deposita su apoyo y en la que sus compañeros de equipo perciben una voz sensata, capaz de considerar las previsiones científicas para garantizar a los panameños, las mejores respuestas ante una pandemia que ha puesto de rodillas al planeta. 

 

Julio Bermúdez Valdés
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