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"El verdadero fútbol italiano lo juega el Inter no la selección" (Facchetti)

02 de agosto de 2019

EFE |  El martes 19 de julio de 1966, a las 9 de la noche, un sargento del ejército de Corea del norte, licenciado en Educación Física y del que, en la época, se dijo erróneamente que era dentista provocó una conmoción. El disparo cruzado de Doo ik Pak al que no llegó el meta italiano Enrico Albertosi, en el minuto 42 del partido entre Corea del Norte e Italia, aún se considera la mayor sorpresa de la historia de los Mundiales.

La selección italiana, que llegaba demasiado confiada a la cita, no tuvo capacidad de respuesta y encajó una derrota humillante. Eliminada de forma prematura, fue recibida a tomatazos en Génova, adonde aterrizó casi de incógnito sin lograr eludir la furia de los 'tifosi'.

¿Cómo fue posible que unos jugadores aficionados, sometidos a una disciplina militar pero sin grandes cualidades, pudieron eliminar a los superprofesionalizados futbolistas italianos, muchos de los cuales habían dominado el fútbol mundial en años precedentes?.

Italia aún busca los motivos del desastre, una debacle que comenzó a gestarse desde la misma convocatoria del técnico, Edmondo Fabbri. Fabbri, un técnico de perfil bajo cuyo principal logro había sido llevar al Mantua desde la Serie D a la A, alimentó el debate.

El fútbol italiano se dividía, mediada la década de los sesenta del siglo XX, entre el Inter y el Bolonia. El primero, bajo la batuta de Helenio Herrera, había dominado el fútbol mundial, conquistando dos Copas de Europa (1964 ante el Real Madrid y 1965 frente al Benfica) y dos Intercontinentales (en ambos casos contra Independiente).

El segundo había sido capaz de quitarle el título de Liga al Inter en el 64, tras imponerse en el único desempate de la historia del campeonato italiano. En 1966, la lógica indicaba que el bloque del Inter debía ser la base de la selección transalpina, pero Edmondo Fabbri se decantó por el del Bolonia.

"No se puede trasladar el juego de un equipo a la selección si no está su hombre clave (el español Luis Suárez)", argumentó, pero sus explicaciones no pararon las especulaciones sobre el odio que sentía hacia el Inter, por no respetar un acuerdo al que habían llegado en 1962, y la profunda enemistad que tenía con Helenio Herrera.

Su otra decisión controvertida fue no contar con Luigi Riva, el joven delantero que más expectativas había despertado, al que "invitó" a estar en la concentración junto a Mario Bertini, pero fuera de la selección.

La "azzurra" llegó a Inglaterra dividida y sacudida por las declaraciones de uno de sus jugadores clave, el lateral Giacinto Facchetti, el que años después se convertiría en el "gran capitán", que en Francia ya había advertido: "El verdadero fútbol italiano lo juega el Inter no la selección nacional", cuando se le preguntó si los resultados del Inter convertían a Italia en favorita.

Y, sin embargo, Italia parecía llegar al Mundial en su mejor momento después de vencer, entre el 14 y el 29 de junio, a Bulgaria (6-1), Austria (1-0), Argentina (3-0) y México (5-0). Y esa impresión se extendió al comienzo del torneo, tras derrotar a Chile (2-0), pese a no jugar bien.

La derrota contra Rusia (1-0) fue el primer aviso, pero quedaba el partido contra Corea del Norte; la clasificación estaba en sus manos o así lo había dicho Ferruccio Valcareggi, ayudante de Fabbri, que había ido a ver el encuentro entre norcoreanos y chilenos y había calificado a los asiáticos como un equipo "de Ridolinis", en alusión a un popular cómico del cine mudo.

Valcareggi, que sucedería a Fabbri en el cargo, se había ido del campo antes de que Corea del Norte empatase. ¿Eran los norcoreanos unos ridolinis?.

Corea del Norte era la gran desconocida. Llegaba al Mundial tras superar con claridad a Australia (6-1 y 3-1) en la repesca disputada en ¡Camboya! y su clasificación había supuesto un problema para los organizadores.

El Reino Unido, que no mantenía relaciones diplomáticas con el régimen comunista impuesto 13 años antes, era partidario de vetarlos, pero la FIFA le amenazó con cambiar de sede el Mundial. Se decidió, entonces, evitar que expusiesen su bandera y enviarlos a Middlesbrough, donde no llamasen mucho la atención.

No contaban con que la ciudad, mayoritariamente obrera, "adoptaría" a aquellos humildes jugadores, a los que apoyarían en el Ayrsome Park como si de la selección inglesa se tratase. Confiado en el triunfo, aquel 19 de julio, Fabbri reservó a siete jugadores, pero mantuvo en el campo a su hombre de confianza, el capitán Giacomo Bulgarelli, pese a estar tocado en una rodilla, porque el médico, el doctor Fino Fini, aseguraba que no tenía nada.

El capitán duró media hora en el campo y dejó a su equipo con diez jugadores, puesto que aún no se permitían las sustituciones. Doce minutos después, Doo Ik Pak entró en la historia con su gol y provocó que Italia se descontrolase, frente a un equipo con una gran capacidad física y una enorme disciplina.

Fue incapaz, siquiera, de lograr la igualada que le habría dado la clasificación. Tras la debacle, cada uno buscó la salvación por su cuenta. "De 1.000 veces que hubiésemos jugado, habríamos ganado 999'99", aseguró Valcareggi para justificar su informe.

Fabbri trató de abandonar Inglaterra en solitario, pero se le obligó a viajar con el equipo, al que cambiaron la hora de llegada y el aeropuerto para eludir a prensa y aficionados. Pese a llegar de noche y a Génova en lugar de Milán, los italianos fueron recibidos a tomatazos por su afición.

La derrota perseguirá para siempre a Edmondo Fabbri, que en cada campo será recibido al grito de ¡Corea, Corea!. "Lo que pasé en aquellos días no se lo deseo ni a mi peor enemigo", declarará el técnico, que convencido de que hubo una conjura en su contra, viajará por todo el país para entrevistarse con los jugadores en busca de pruebas del "dopaje al revés".

Sostenía Fabbri que, entre el médico y el delegado del equipo Artemio Franchi, querían que Italia fracasase para sacar de la Federación al entonces presidente Giuseppe Pasquale. Su prueba eran las inyecciones que recibían algunos jugadores dos veces al día.

Un grupo de estos llegará a firmar una carta en apoyo de su reivindicación, aunque luego se echarán atrás. Finalmente, el central Franco Janich, ofrecerá años después una explicación.

"En Londres el equipo no se tenía en pie, era una mala copia del que había dado espectáculo en los amistosos previos. Tal vez nos pusimos en forma demasiado pronto, tuvimos la dosis incorrecta...".

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