Cultura

El rey del tomate en Italia quiere ser un ejemplo para el mundo

14 de septiembre de 2019

Miles de tomates desfilan en cintas bajo el sol antes de convertirse en pulpa o concentrado. El rey de la transformación del tomate, Mutti, quiere ser un ejemplo gracias al trato con los productores y a la calidad, en un sector muy criticado.

A su fábrica cerca de Parma (norte), los camiones llegan de un máximo de 100 kilómetros de distancia.

Antes de descargar, unos 15 kilos del producto son sometidos a un test con unos quince criterios. Si no los cumplen, el envío es rechazado.

"Pagamos más caro a los agricultores porque pedimos mejor calidad", explicó Francesco Mutti, representante de la cuarta generación de la familia, el cual dirige la compañía creada hace 120 años por su bisabuelo Marcellino.

Fundada en la cuenca del tomate, la conocida marca de los dos leones, es una historia de éxito a la italiana.

Mutti fue el creador en 1951 del primer tubo con pasta de tomate, luego inventó en 1971 la lata con pulpa de tomate conservada.

Cuando Francesco Mutti sucedió a su padre Marcello, en 1994, la compañía sólo contaba con 25 a 30 empleados y una facturación de 10 millones de euros (11 millones de dólares).

Desde entonces, el salto ha sido colosal. El año pasado, el grupo, que ahora emplea a más de 500 personas, a las que se suman 1.200 en verano, registró ventas por 308 millones de euros (340 millones de dólares), un 16,7% más en un año.

 Alegrías y sufrimientos

Décimo procesador de tomate en el mundo, muy por detrás de gigantes como Heinz, Mutti tiene un 10,6% de la cuota de mercado en Europa.

Líder en Italia con el 29,4% del mercado y también en valor en Francia (14% del mercado), es superado en ese país por Panzani por un pelo.

En el primer semestre "tuvimos un crecimiento del 13% y queremos mantener ese ritmo" con dos dígitos, sostiene Francesco Mutti, quien reconoció que los objetivos de producción no se lograrán este año debido a las condiciones climáticas adversas.

¿Qué significa el tomate para él? "Una gran alegría, pero también grandes sufrimientos", confiesa, al recordar cuando la planta se detuvo por la lluvia hace unos días.

El tomate "constela toda mi existencia" desde que era niño, asegura el jovial empresario, de 50 años y con tirantes.

El desprestigio del sector agrícola italiano por la explotación de la fuerza laboral con el sistema del "corporalato", una forma de esclavismo, ha afectado también a Mutti, después de que en 2015 un trabajador sudanés murió en un campo de Apulia (sur) mientras trabajaba bajo un sol de 40 grados.

La empresa se constituyó parte civil en el juicio al acusar a su proveedor de engaño, pues había garantizado el cumplimiento de las normas nacionales sobre las condiciones de trabajo.

Como ocurre en el norte de Italia, Mutti, que emplea tomates 100% italianos, compra las cosechas que son recogidas en forma mecánica en el sur de la península.

Gracias a las máquinas, la planta es arrancada y luego se separa el fruto, por lo que la mano de obra se limita al conductor y a algunos empleados que realizan una primera selección.

Una medida "ética" a la que ha sumado otras, como por ejemplo el pago a los agricultores de 12 a 14% más del valor promedio en el norte y de hasta el 30% más en el sur.

Igualmente una certificación de no uso de OMG y de colaboración con la oenegé ambientalista WWF para reducir el uso del agua y carbono, además de comprometerse con la agricultura sostenible. La firma produce en forma muy limitada alimentos orgánicos.

Gabriele Boscoli y su familia trabajan para Mutti desde hace 18 años.

"Estamos orgullosos" de esta colaboración, asegura, ya que cree que el "Pomodorino d'Oro" ("El pequeño tomate dorado"), un premio creado por Mutti para recompensar cada año al mejor productor de tomate, es "muy importante porque se obtiene una prima y te obliga a mejorar la calidad", explica.

"La forma en que Francesco Mutti ha organizado la industria es extraordinaria, desde el pacto ético firmado con los productores, hasta la mecanización obligatoria del 100% para evitar el caporalato, pasando por la certificación de origen con la trazabilidad de los productos y la innovación permanente del producto", explicó a la AFP Carlo Alberto Carnevale-Maffè, profesor de estrategia en la Universidad Bocconi de Milán.

"Con 10 a 15 años de anticipación reconoció que la tendencia es hacia la transparencia, la trazabilidad (...) No lo hizo para lavarse la conciencia sino porque ese es realmente su espíritu", asegura el economista.

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